La historia del café asiático, y en concreto vietnamita, está profundamente relacionada con la conquista de Francia, quién trasladó su pasión por el café a las colonias: parte de la Indochina francesa junto a Laos y Camboya. Las primeras plantas cafeteras fueron introducidas por los misioneros franceses en el año 1857, cuando viajaron al país del sur de Oriente, en aquellos tiempos protectorado francés, con unos cuantos cafetos procedentes de la isla de Bourbon.
Estos primeros cafetos se plantaron en el norte de Vietnam, en los alrededores de la ciudad de Tonkín, mezclados inicialmente con raíz de achicoria.
Para la década de 1890, los franceses habían creado una floreciente industria del café en la región de Annam (Vietnam central). En aquel entonces el grano Robusta llegó a las tierras altas centrales del país, donde el clima y el suelo de la región brindan condiciones óptimas para el cultivo del café. En las décadas siguientes, la industria prosperó a medida que surgían plantaciones en toda la provincia de Dak Lak y sus alrededores. En 1950, se estableció una planta de procesamiento comercial y Vietnam se convirtió en el principal productor de Oriente.
Los franceses, acostumbrados a añadir leche al café, seguían preparándolo de este modo también en Vietnam. Sin embargo, el ambiente tropical dificulta el consumo de leche fresca. Este obstáculo se soluciona importando la leche condensada, que más adelante empezaría a producir localmente.
Del café cultivado localmente y la leche condensada, nació el café vietnamita. Esta bebida es una mezcla de café tostado oscuro con un poco de leche condensada y azúcar, lo que lo convierte en una agradable contraposición de café fuerte y amargo y leche dulce y espesa. El café vietnamita es un café de marcado contraste y un sabor genuino.
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